Falleció Don Luis el calesitero de la Ciudad

Falleció “Don Luis”, el Calesitero de la Ciudad,  uno de los personajes más queridos y respetados por los vecinos de los barrios de Liniers, Villa Luro y Floresta, su calesita ubicada en Miralla y Ramón Falcón en el patio de su casa, luego de deambular con distintos barrios y lugares de la ciudad entreteniendo y divirtiendo a miles de niños.
A los 93 años se fue y dejo un recuerdo imborrable para tantas personas que disfrutaron de su trabajo generoso.
La historia comienza cuando el padre de Luis, Juan Rodríguez, compra con dinero prestado (el 19 de marzo de 1920) una calesita usada. El ingenio  mecánico fabricado por el tradicional taller de Cirilo Bourrel, Francisco Meric y De La Huerta, había funcionado hasta entonces en la localidad de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires.

Por aquel entonces Don Juan había perdido su trabajo como guardia de tranvía y pensó que con este nuevo emprendimiento podría mantener a su familia. Así partió con su calesita ambulante, de barrio en barrio, de pueblo en pueblo. La fuerza motriz que le daba vida al artefacto era “Rubio”, un caballo que la hacía girar cuando escuchaba la música del órgano.

A los 15 años, Luis dejó la secundaria y se convirtió en socio de su papá. Don Juan murió en 1944, a raíz de una caída que experimentó cuando armaba su calesita en la esquina de Juan B. Justo Y Fragueiro.
Luis tomó la posta y siguió deambulando por los pueblos y por los barrios para ganarse el sustentoEn 1935, los caballos fueron reemplazados por un motor a nafta y, más adelante, por uno eléctrico. Sin embargo la calesita conservó su esencia, con los caballos de madera y un barquito, todos originales. “Yo mismo hice los aviones, los autos y dos camellos”, contaba Luis entusiasmado. Cada una de las figuras tiene inscripto su nombre en el cuerpo. Cuando la calesita de Luis se instala en el patio de su casa reduce su diámetro: pasa de 7 metros a 6 metros La Calesita de Don Luis también vistió de alegría y diversión la esquina de Juán B. Justo y Cuzco, la de Larrazabal y U. Shmidl y la de Cesar Díaz e Irigoyen.

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